Regalo de Navidad adelantado: París
Este año Papá Noel se ha adelantado y como he sido buenísima, me ha regalado nada menos que ¡¡¡una escapada pre-navideña de 4 días a París!!!. Aunque no es la primera vez que visito la ciudad (de hecho éste ha sido mi cuarto viaje), nunca había estado en estas fechas, y la verdad es que la ciudad estaba preciosa, iluminada y engalanada para las próximas fiestas. El tiempo y un sol tibio acompañaron todo el viaje a pesar de hacer un frío pelón y de anochecer a las cinco de la tarde. En esta ocasión no iba con mis urgencias habituales, sencillamente ha sido un viaje de pasear, de descubrir, de explorar callejuelas, merendar tranquilamente, deambular por mercados al aire libre, ir al Louvre sólo a ver lo que de verdad me apetecía, y de llegar hasta la siguiente esquina por el simple placer de ver qué había a la vuelta; en definitiva, una delicia de viaje, para mí el mejor regalo que me podían hacer.
Y en mi deambular no pude dejar de encontrarme y fotografiar escaparates como estos, que se sucedían uno tras otro, lo difícil era resistirse a entrar, porque una pastelería francesa es lo más parecido a una joyería, donde las creaciones se disponen de la forma más elegante y tentadora posible.
Hablando de pastelerías, sólo una breve mención al ya famosísismo Ladurée, creador de los archiconocidos y tan de moda macarons. Una belleza de escaparates y unos macarons simplemente perfectos si estás dispuesto a pagar 15 € por 6 unidades. En algún momento os contaré mis frustrantes y desiguales experiencias caseras con los macarons o cómo estar comiendo durante semanas pastas de almendra para que te salgan 6 macarons, ¡dificilísimos!, no me extraña que sean tan caros...
Un templo para los cocinillas de corazón es la tienda de tres pisos, E. Dehillerin, junto a Les Halles, que data de 1820, y dispone de todos y cada uno de los utensilios de cocina que te puedas imaginar. Su especialidad son estos preciosos moldes y cacharros de cobre. La tienda tiene una capa de polvo que posiblemente también date de 1820, pero realmente lo que no encuentres allí es que no existe. Quise comprarme de recuerdo el más pequeño de los cazitos de cobre (tamaño 100 ml.) y el precio era de 75 €, por lo que decidí que mejor los invertía en comer en el famoso bistrot Au Pied du Cochon que está en la esquina de enfrente; por cierto, comí la especialidad de la casa que es una pata de cerdo (para nosotros manita, pero digo pata porque iba desde la pezuña hasta el codo); no comparto la foto porque comprendo que no a todo el mundo le va a gustar… Me encantó la experiencia, pero no creo que repita, con una vez en la vida, es suficiente.
Mi descubrimiento favorito en cuanto a supermercados, si es que podemos llamar así a este paraíso de la gastronomía francesa, ha sido La Grand Epicerie, perteneciente a los grandes almacenes Le Bon Marché. Un auténtico festín para los sentidos y una puesta en escena moderna y elegante como contraste al edificio clásico que alberga los almacenes. Aquí os dejo las pocas fotos que pude hacer hasta que un guardia de seguridad me dijo que estaba prohibido.
Y qué decir de todos los establecimientos de delicatessen, de especialidades francesas, de los maravillosos cafés donde desayunar un delicioso croissant, los puestos de ostras y mariscos en la calle, queserías, charcuterías, etc., etc. En fin, que realmente París es la meca gastronómica del mundo (con perdón de España, es mi opinión) y en cada esquina ves por qué. Eso sí, me alegro de no vivir allí porque estaría como un tonel. Bon apetit!
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