7.3.14

Magdalenas de naranja sanguina y nuez

No hay nada que me retrotraiga más a mi infancia que el olor y el sabor de una magdalena recién hecha (qué original, ya lo decía Proust), pero a éstas he elegido darles un toque diferente con el aroma de naranja sanguina, que también me trae muchísimos recuerdos ya que, como a mí, a mi abuela materna le encantaban y en su casa no se compraban otras. Ahora las naranjas sanguinas son mucho más difíciles de encontrar y sobre todo más caras, ya que antes se supone que no eran muy refinadas, pero qué queréis que os diga, a mí me resultan tan aromáticas que no puedo resistirme a usarlas para hacer zumos y postres, y además, me parecen preciosas. También he añadido nueces picadas y os puedo asegurar que les da un toque muy especial con ese copete de azúcar y nuez tostada. Os aseguro que después de probar estas magdalenas tiernas, esponjosas y de sabor delicado, no tendréis ganas de volver a comprar magdalenas industriales. Con esta receta salen 16 unidades.



Magdalenas de naranja sanguina y nuez

175 gramos de azúcar
2 huevos L
60 mililitros de leche
180 mililitros de aceite de oliva suave
180 gramos de harina
20 gramos de Maicena
10 gramos de levadura en polvo
La ralladura de la piel de 1 naranja sanguina y su zumo
Un pellizco de sal
Azúcar y nueces picadas al gusto

Bate los huevos y el azúcar con ayuda de unas varillas. Incorpora la leche, el zumo de naranja y finalmente el aceite, muy poco a poco. Tamiza la harina y la Maicena con la levadura, e incorpora la sal y la ralladura de la piel de naranja. Añade esta mezcla poco a poco a la de los huevos y el azúcar, y remueve con una cuchara de madera o con una espátula lo justo para que todo esté combinado. Cubre la masa con un trapo de cocina y métela en la nevera dos horas. Precalienta el horno a 250 grados. Saca la masa de la nevera y bátela enérgicamente para que recupere su textura, ya que con el frío se habrá espesado un poco. Pon los moldes de papel para las magdalenas dentro de otros moldes más rígidos (yo uso una bandeja de metal para muffins), y llénalos con la masa hasta 2/3 de su capacidad. Justo antes de meterlas en el horno, espolvoréalas con un poco de azúcar y nueces picadas; baja la temperatura a 210 grados y hornea encima de la bandeja de horno (no de la rejilla) durante 15 minutos. Una vez horneadas, deja que reposen en el molde metálico durante 10 minutos para que la miga se asiente.

Para que las magdalenas resulten perfectas (lo que para mí significa grandecitas, reventonas, y con copete alto), sólo tienes que seguir un par de consejos fundamentales: en primer lugar, que los ingredientes estén a temperatura ambiente para evitar que se corte la masa; en segundo lugar, utiliza aceite de oliva para conseguir ese sabor característico y lograr conservar la humedad de la masa; en tercer lugar, no te saltes el paso de meter la masa en la nevera ya que subirán más si la masa está fría; y por último, es fundamental meter las cápsulas de papel dentro de moldes rígidos ya que si no, los moldes de papel se abrirán y las magdalenas se deformarán.


Una vez enfriadas por completo, consérvalas en una lata hermética para evitar que se sequen. Se pueden congelar en bolsa de plástico, y cuando las queramos comer, basta con descongelarlas a temperatura ambiente y tendremos unas deliciosas magdalenas, como recién hechas.

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