Este es un plato muy sencillo para 2 personas, que no tiene ningún misterio más que el hecho de contener dos ingredientes que deben ser de muy buena calidad para que la combinación de sabores resulte sorprendente. Estamos en plena temporada de alcachofas, están en su mejor momento y hay que aprovechar su calidad y su precio. En cuanto a las almejas, más vale pocas y buenas.
Por cierto, ¿también a vosotros os encanta ese gustillo dulce que tiene el agua cuando comes alcachofas? He leído que las hojas de las alcachofas contienen cynarina, una sustancia que inhibe temporalmente la sensación dulce de nuestras papilas gustativas. Así, si después de comer alcachofas se bebe agua, ésta limpia la superficie de las papilas y la percepción del dulce vuelve a funcionar de forma brusca, y es esa rapidez de contraste lo que proporciona una sensación de dulzor a pesar de no haber una sustancia que lo estimule. Al parecer esta es la razón de que sea muy difícil maridar alcachofas con vino, y los expertos recomienden comerlas con cerveza. Yo desde luego pienso seguir comiéndolas con agua, lo hago desde pequeña, y me sigue encantando ese sabor dulzón.
Alcachofas guisadas con almejas
6 alcachofas
6 alcachofas
300 gramos de almejas
2 dientes de ajo, picados
1 guindilla cayena
Perejil fresco, picado
300 mililitros de caldo o fumet de pescado
1 cucharada rasa de harina
3 cucharadas de vino blanco
Aceite de oliva virgen extra
Pela las alcachofas, córtalas en mitades e introdúcelas, según las vayas pelando, en un bol con agua fría y un chorro de limón. Cuécelas en agua con sal y tapadas hasta que estén tiernas, unos 10-15 minutos, y reserva. En una cacerola rehoga el ajo picado y la cayena en un poco de aceite. Antes de que el ajo empiece a dorarse, añade la harina y revuelve con una cuchara de madera.
Vierte el vino blanco y reduce. Añade el caldo de pescado y dejar arrancar un hervor. Agrega un poco de perejil antes de añadir las almejas. Incorpora las almejas y manténlas en el fuego hasta que se abran, y entonces sácalas y reserva. Introduce en la salsa las alcachofas y deja que hierva suavemente unos minutos para que se calienten.
Añade las almejas, da unas vueltas con cuidado de no machacar las alcachofas, espolvorea con un poco más de perejil picado, y una vez servidos los platos, riega con un chorro de aceite de oliva virgen extra. Sirve inmediatamente.
Como véis, se trata de un entrante rápido y sano, idóneo para cualquier comida de diario. Es fundamental el chorro de aceite final, que le da mucha vidilla al conjunto.
Por cierto, ¿también a vosotros os encanta ese gustillo dulce que tiene el agua cuando comes alcachofas? He leído que las hojas de las alcachofas contienen cynarina, una sustancia que inhibe temporalmente la sensación dulce de nuestras papilas gustativas. Así, si después de comer alcachofas se bebe agua, ésta limpia la superficie de las papilas y la percepción del dulce vuelve a funcionar de forma brusca, y es esa rapidez de contraste lo que proporciona una sensación de dulzor a pesar de no haber una sustancia que lo estimule. Al parecer esta es la razón de que sea muy difícil maridar alcachofas con vino, y los expertos recomienden comerlas con cerveza. Yo desde luego pienso seguir comiéndolas con agua, lo hago desde pequeña, y me sigue encantando ese sabor dulzón.
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