He tardado un año exacto en hacer esta receta tan otoñal que tanto me apetecía, desde que el año pasado probé en Navarra una deliciosa tarta de queso y membrillo. Entre pitos y flautas nunca encontraba la ocasión y por fin ha vuelto la temporada de membrillos y he aprovechado una reunión familiar para quitarme la espinita. Realmente no tengo palabras para explicar lo riquísimo de esta combinación de galletas saladas, queso manchego y dulce de membrillo; es sencillamente espectacular.
Esta es la clásica tarta que al día siguiente está incluso mejor que recién hecha, cuando todos los sabores han tenido tiempo de asentarse y mezclarse bien.
Tarta de queso manchego y membrillo
1 caja de galletas Ritz de 200 gramos, trituradas
3 cucharadas de mantequilla, derretida
500 gramos de queso crema, a temperatura ambiente
200 gramos de azúcar
4 huevos tamaño L
1 tarrina de creme fraiche de 200 gramos
2 tarrinas de crema de queso manchego semi curado de 125 gramos cada una
225 gramos de dulce de membrillo (aquí la receta)
Precalienta el horno a 180 grados y engrasa un molde desmontable. Para hacer la base, en un bol pequeño mezcla las galletas trituradas y la mantequilla con las manos, y con la masa forra la base de un molde desmontable, aplastando con los dedos para asegurar que la base queda firme y compacta. Hornea durante 10 minutes. Retira del horno y deja enfriar a temperatura ambiente. En un bol mediano mezcla los quesos y el azúcar hasta integrarlo. Incorpora los huevos batiendo uno a uno y la creme fraiche hasta combinar por completo. Vierte la masa en el molde y hornea a 180 grados durante 30 minutes. Apaga el horno y deja el molde enfriarse dentro del horno durante dos horas. En un bol pequeño mezcla el dulce de membrillo con 2 cucharadas de agua, añadiendo más agua si fuera necesario para poder extender la pasta sobre la superficie de la tarta aún sin desmoldar. Refrigera unas horas para que se asiente por completo. Saca la tarta de la nevera media hora antes de servir y desmolda en el último momento.
Esta tarta no reviste ninguna dificultad y el único truco consiste en esperar a que se enfrié durante un par de horas en el horno apagado.
Esta es la clásica tarta que al día siguiente está incluso mejor que recién hecha, cuando todos los sabores han tenido tiempo de asentarse y mezclarse bien.
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