Pocos platos son más festivos y deliciosos que el solomillo Wellington. De origen inglés, se trata de uno de los grandes clásicos de la cocina, que se ha extendido y ha sido adoptado en muchos países, y del que existen múltiples variantes, aunque esta es la más clásica. Esta receta es para 6 raciones generosas.
El exterior es ligero y crujiente, y el interior jugoso y repleto de distintos sabores. El resultado es un plato principal elegante y algo decadente, que no necesita de más acompañamiento que una buena ensalada.
Solomillo Wellington
1,5 kilos de solomillo de ternera
350 gramos de champiñones
Mantequilla
2 chalotas, picadas
150 gramos de paté ibérico
25 gramos de pan rallado
1 cucharadita de tomillo
1 cucharada de perejil
1 chorrito de zumo de limón
1 plancha de masa filo rectangular
1 plancha de masa de hojaldre rectangular
1 huevo para pintar
Limpia el solomillo de restos de grasa, brida la carne y dórala por todos los lados en una sartén con aceite de oliva muy caliente. Reserva. Pocha las chalotas picadas con la mantequilla. Pica los champiñones en robot y añádelas a las chalotas, pochando durante 5 minutos más. Salpimienta y añade a la mezcla el pan rallado, el perejil, el tomillo y el limón. Deja enfriar. Una vez frío, mezcla con el paté, quita la brida a la carne y cúbrela con la pasta. Enrolla el solomillo con papel film y haz un paquete; guarda en la nevera hasta que esté frío y adquiera consistencia. Extiende la masa filo, quítale el papel film a la carne, y coloca ésta en el centro de la plancha. Haz un paquete y ciérralo bien por los lados. Ahora extienda la masa de hojaldre y repite la operación. Si quieres decorarlo, este es el momento de pegar las tiras, círculos, etc. a la superficie con un dedo mojado en agua. Pinta con el huevo batido y hornea a 200 grados durante 25 minutos colocando la carne sobre papel de horno. Pasado ese tiempo, deja reposar 10 minutos antes de servir.
La receta es muy fácil de hacer, pero tiene sus truquillos. El primero y principal es, por supuesto, la calidad de la carne y que sea un corte regular y limpio de grasa. El segundo es que para evitar que el hojaldre se empape y finalmente se rompa a causa de los jugos que libera la carne, ésta se ha de envolver en una hoja de masa filo antes de envolver en la masa de hojaldre, y así evitaremos el desastre. Y el tercer truco es respetar a rajatabla el tiempo de horneado para que la carne no se haga de más.
El exterior es ligero y crujiente, y el interior jugoso y repleto de distintos sabores. El resultado es un plato principal elegante y algo decadente, que no necesita de más acompañamiento que una buena ensalada.